lunes, 9 de abril de 2012

ORÍGENES

ORÍGENES
Carlos Medina | Carlos Mendoza | Ismael Mundaray

Del 11 de abril al 4 de junio de 2012
Avenida principal de La Castellana, 
cruce con calle El Bosque,
Edificio Provincial, piso 3, 
Urbanización La Castellana, 
Caracas-Venezuela




ORÍGENES



La Fundación BBVA Provincial comienza su actividad cultural 2012 con la
exposición ORÍGENES, propuesta que reúne un enfoque artístico del reservorio natural más grande del país, como lo es el río Orinoco que nace al sur del estado Amazonas en Venezuela.

Para tal fin, han sido invitados tres artistas coetáneos que interpretan, con
soportes diferentes, el tema del ambiente en torno al río más grande de
Venezuela, que atraviesa una zona natural con poca intervención humana y
cuya fuente fue descubierta por una expedición hace sesenta años.

Las tres propuestas seleccionadas auspician una reflexión sobre temas vitales
como el elemento agua, lo esencial del hábitat y la vida animal salvaje, llegando a tocar, con exquisita sutileza, nuestra más virgen geografía, la cual
conforma un ecosistema de frágil equilibrio, cuyo valor se fundamenta en los
ciclos hídricos de una región selvática.

Carlos Medina presenta una visión escultórica esencial del agua, producto de
una investigación geométrica sobre la gota, la cual, reproducida en aluminio
y multiplicada en una instalación, evoca lloviznas, lluvias o aguaceros, en
diversos ángulos de caída, insinuando con un alto contenido estético, la
pureza de este recurso vital tanto en su forma como en el material utilizado,
produciendo un impacto visual que no deja de conmover al espectador.

Carlos Mendoza, escultor constructivo, imagina el universo animal de forma
geométrica, mitológica y ancestral, recreando la serpiente en piedras de cantera, en una analogía con los sinuosos cauces que atraviesan el intenso 
verdor selvático, invitando al visitante a cultivar la conciencia de proteger la
vida de estos reptiles tropicales.

El pintor Ismael Mundaray reinventa la geografía de esa tierra, sugiriendo 
formas y matices de la cosmogonía ribereña, donde, con gran inclinación
poética funde los elementos y materiales propios de los habitantes de las
costas fluviales, creando paisajes de gran fuerza telúrica y belleza sosegada.

Estos tres artistas venezolanos ponen de relieve lo originario y logran la vinculación de sus obras, en un conjunto que dialoga formalmente, sugiere la
meditación y la reflexión sobre los elementos vitales primarios, ofreciéndonos
el disfrute de una estética compartida.

Con esta exposición la Fundación BBVA Provincial continúa la difusión del
valor que tiene el contexto natural para el hombre como marco de vida y la
importancia de su visión de la conservación y el equilibrio armónico hombrenaturaleza.





AGUA, ORIGEN Y REFLEJO

Al entrar, se percibe que la sala se calca a sí misma. Los elementos que constituyen la instalación se amplían repitiéndose en varias direcciones; siente uno que está frente a un paisaje, donde lo prístino le da un toque sagrado a la creación artística.

Paisaje onírico visto a través de unas gotas suspendidas que parecieran fungir de umbral a un mundo enigmático con ventanas de fondo hacia horizontes legendarios y un reptil que se desplaza en medio de un lugar de aguas, fuente de toda vida.

No sabe uno si se está dentro del paisaje o en su reflejo.

La lluvia vertical de Carlos Medina se hunde y salpica en el impacto de su propio rebote y se magnifica no sólo para ser contemplada sino para ser imaginada como rito de iniciación, que a su vez puede surgir como ráfaga impulsada por un viento virtual haciéndose real en la sombra crecida que se proyecta en su escena.

Carlos Mendoza transgrede la gravedad al poner a flotar pesados mármoles transformados en animales míticos como la sierpe geométrica o el ave blanca que deja la estela del cruce de sus patas rasantes sobre esa superficie donde ha tomado un sorbo de vida; ambos convergen en la fuente que surge de una
burbuja volcánica, con un sello sagrado, imagen de lo eterno.

Ismael Mundaray invita a traspasar la mirada más allá de su serie Orinoco, pinturas enfocadas desde su alma fluvial, vistas en perspectivas, fachadas o cortes que trascienden su tenue lenguaje cartográfico, donde las tonalidades ocres sirven de soporte al misterio de los orígenes y los trazos devienen en huellas de una vida primigenia.

Los tres artistas, animados por el esencia de una geografía en torno a la fuente del río Orinoco, parecieran haber acordado una simbiosis de signos originarios, en la que, con sus individuales expresiones, lograron hacer conexión en la delicadeza del reflejo y su emoción.


Oscar Wilde, en su cuento El reflejo relata este vínculo:

Cuando murió Narciso, las flores de los campos quedaron desoladas
y solicitaron al río gotas de agua para llorarlo.

-¡Oh! -les respondió el río- aun cuando todas mis gotas de agua se convirtieran en lágrimas, no tendría suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo amaba.

-¡Oh! -prosiguieron las flores de los campos- ¿cómo no ibas a amar a Narciso? Era hermoso.

-¿Era hermoso? -preguntó el río.

-¿Y quién mejor que tú para saberlo? -dijeron las flores-. Todos los días se inclinaba sobre tu ribazo, contemplaba en tus aguas su belleza…

-Si yo lo amaba -respondió el río- es porque, cuando se inclinaba sobre mí, veía yo en sus ojos el reflejo de mis aguas.

Mariela Provenzali
Curadora de la exposición




Carlos Medina


GOTAS: GEOMETRÍA Y NATURALEZA


La geometría es un eje recóndito de lo natural. Si bien la naturaleza 
crece y se despliega de manera incesante y libérrima, 

también es cierto que desde las partículas microscópicas a las 
formas del macrocosmos, existen estructuras que subrepticiamente 
parecen dar un sustento analítico a muchos de los 
objetos y fenómenos que pueblan el medio ambiente.




La celebración del descubrimiento de las fuentes de un río 
majestuoso y mítico como el Orinoco, brinda la oportunidad 

de imaginar el agua y recrear su esencia ínfima, la gota, como 
metáfora del nacimiento de todo caudal, y como recordatorio 
del ciclo que propicia la vida.




La obra reciente del escultor Carlos Medina conjuga estas 
reflexiones: por una parte, es el resultado de un estudio consecuente 

sobre la geometría de la gota, como forma perfecta 
y esencial de la naturaleza; por otra, y a pesar de su resolución 
-limpia, brillante, contenida- se desvincula de las aproximaciones 
minimalistas al propiciar relaciones de índole poético,
metafórico y sensorial.




El volumen geométrico nunca ha sido para Medina solo 
cuerpo, ya que la aproximación del artista a la forma no ha 

sido desapasionada. Por el contrario, podríamos afirmar que 
el escultor ha indagado en lo geométrico como una vía que le 
ha permitido develar –o imaginar- un “intrínseco orgánico”, que 
en su trayectoria ha tenido momentos de inteligente asociación 
con lo cultural-simbólico o con la sensualidad de lo vegetal.
Las “gotas” han venido a compilar y a sintetizar muchas de las 
preocupaciones de Medina en cuanto a la geometría y a su 

sentido. Estas piezas que, a manera de instalaciones, interactúan 
de una manera más dinámica con el espectador, dan paso 
a lo lúdico, a la experiencia sensorial, al recurso metafórico. En 
ellas la lluvia surge como una masa transparente, móvil, envolvente; 
otras veces, en las ráfagas, el espacio se activa por el 
impacto de las gotas dispuestas diagonalmente, acentuado 
por la sensación de velocidad, el recuerdo del salpicado, y el 
establecimiento de un intenso juego de luces y sombras. 
La gota, esa esfera que se elonga, que cae por definición, que 
describe una trayectoria y salta, se hace entonces forma perfecta 
para el arte: es entonces volumen memorioso para la 
vida, y sacia una sed milenaria, en tiempos en que es necesario 
restablecer las fuentes que nos conectan con el planeta.
Katherine Chacón
Crítico de Arte



Carlos Mendoza


ENTRE PIEDRAS

UN DIÁLOGO DECANTADO ENTRE ARTE Y NATURALEZA

Trece años de silencio expositivo constituye un período suficientemente 
largo para que Carlos Mendoza meditara sobrea

aspectos esenciales acerca del sentido de su escultura. No 
habíamos vuelto a ver su trabajo desde que expuso en la 
Galería Muci en 1999. Su retorno al medio en la muestra 
Orígenes evidencia un importante proceso de meditación que 
se manifiesta en la concepción de las formas y en la expresividad 
que ellas suscitan.




Preguntarse qué y por qué fue una manera de encontrar una 
razón de ser para su escultura. Fue este basamento racional 

el que le ha permitido depurar posibles respuestas que, en 
este caso, se traduce en ir a la esencia, a las formas más 
puras. Por eso, Mendoza se despoja de su anterior sentido
constructivo abarrocado sin dejar la tendencia orgánica de su 
geometría. Las piezas que vemos aquí no son una suma de 

elementos, cuya composición sígnica y abstracta sugería una 
multiplicidad de sentidos no siempre definibles. Por el contrario, 
el artista establece ahora un diálogo entre las piedras. Las 
yuxtapone o las superpone y si en algún momento forman parte 
de un engranaje, como en su Anaconda, lo hace manteniendo 
su condición originaria de ‘piedra vista como un bloque 
unitario’. 




En resumen, no supedita un elemento a otro sino que 
cada uno en su autonomía está vinculado con el otro, modo 

como el artista a su vez depura en su sentido. Porque estas 
obras, ahora, sí hablan directamente sobre la naturaleza: es la 
anaconda en movimiento cuya contorsión reflejada en el granito 
negro del piso de la sala expositiva sugiere simultáneamente 
su desplazamiento en el agua; es el canto sincopado 
de una piedra sobre piedra contando la fábula de un papagayo 
y de un pájaro; es la frescura del agua cuando cae en gotas 
sobre una fuente.




El peso y la gravedad de las piedras se desvanecen por esta 
capacidad de evocación que ellas contienen. Carlos Mendoza 

sin duda ha re-dimensionado su escultura al presentarnos su 
correlato con la naturaleza de manera despojada y sin efectismos. 
Su geometría, sensible y orgánica, se vuelve poesía.
Susana Benko
Miembro de AICA-Capítulo Venezuela


Ismael Mundaray



MEMORIA Y ORÍGENES


Al trasponer el umbral de la memoria, de lo vivido en tiempos 
silenciosos, entre líneas de árboles cincelados por el tiempo, 

Ismael Mundaray hunde su pintura en las raíces de culturas 
ligadas a la tierra primigenia y sus cosmogonías: encuentro 
con los orígenes. Por espíritu y materia se nutre de universos 
cotidianos y mágicos, reconstruyendo con prodigiosa sensibilidad,
atmósferas poéticamente plásticas reconocibles entre lo 
abstracto y lo figurativo. 




Pintura que deriva de una investigación 
profunda de arqueologías culturales, llevándole a enfatizar 

la apropiación de objetos característicos de etnias indígenas 
de la amazonía, a fin de reunir una memorabilia de hondísima
raíz entre lo sagrado y lo profano. 




Seis pinturas realizadas 
en los años noventa, muestran la casa shabono, ríos, barcas, 

árbol, descubiertos en la fluidez de una vida que transcurre 
en tiempo detenido y transpuestos a la tela en la mayor de 
la síntesis expresiva: solo líneas.




Los vínculos establecidos por Mundaray con la pintura y el 
objeto de su interés temático, resultan en conclusiones epigramáticas 

al valorar la simbiosis entre tema y representación. 
Con precisión y agudeza plástica expresa un solo propósito, 
crear pintura-pintura donde lo sustantivo se apuntala en significados 
e ideas originarias en vidas alejadas de culturas citadinas. 
Partiendo de grafías esquemáticas y trazos expandidos, 
examina visualmente la verdad de formas reales que ha visto 
y lo han conmovido en sus viajes de estudio e investigación 
por aquellos territorios que pocos conocen, para dar a conocer 
una percepción inédita a la luz del aprendizaje que amerita su 
condición de creador. 




En las seis pinturas expuestas en 
“Orígenes”, Mundaray ofrece un sustrato auténtico de honestidad 

en apropiaciones simbólicas como pretextos para originar 
una reflexión conceptual y plástica desde la perspectiva del 
conocimiento. Con cromatismo suave, apacible, define los 
encuentros que lo conectan con lo espiritual y metafísico de 
pueblos que se esconden detrás de la selva. 

Bélgica Rodríguez
Presidenta de Honor de AICA Internacional




ORINOCO ES AGUA, ROCA, SELVA, MITO Y REALIDAD

Territorio desconocido aún en el siglo XX, espacio que se prestaba para la imaginación, el Alto Orinoco. Región sumida en el misterio, tierra poblada de feroces guerreros con una intensa vida espiritual. Animales salvajes, plantas exóticas, morada de la gran culebra de agua, la Anaconda, señora de los espacios acuáticos.

Hace sesenta años Venezuela decidió incorporar estos espacios a la conciencia de la nación. Con ese objetivo, un grupo de hombres navegó río arriba en busca de sus elusivas fuentes. Casi siempre bajo una lluvia que caía implacable, superando mil obstáculos, infinidad de saltos y raudales, cuando la angostura del cauce impidió la navegación estos hombres siguieron su
curso a pie por selvas intrincadas y al fin, el 27 de noviembre de 1951 llegaron hasta un pequeño manantial que brotaba entre rocas y musgos, del cual se puede decir que es una de las fuentes de nuestro gran río. El misterio de su nacimiento había sido develado.

El grupo de arriesgados exploradores que logró esta hazaña comprendía destacados científicos, profesores y militares, acompañados por un personal de más de 40 porteadores y macheteros, así como de un grupo de indígenas maquiritares, expertos navegantes, sin cuyo aporte la expedición jamás hubiera logrado su objetivo.

Como resultado de esta expedición, cuyas peripecias fueron seguidas por un público ávido de noticias dentro y fuera del pais, el Alto Orinoco, sus gentes y su paisaje, perdieron parte del misterio que los rodeaba, de alguna manera “se domesticaron”. La región se hizo más accesible y el afán de explorarla con fines científicos aumentó. Venezuela se enriqueció con el aporte de la mitología de los yanomama, autóctonos habitantes de la selva con sus shabonos, viviendas comunales construidas a imagen y semejanza del cosmos que los rodea. Para ellos cada roca, cada río, cada árbol, cada sendero de la urihi o intricada selva, está imbuido de un espíritu bueno o malo que influye
directamente en sus vidas.

De igual forma nos fue revelado el poder de la gran anaconda que se esconde en los recodos del río y la existencia de los hékura, espíritus de plantas, animales y piedras y los pore, aparecidos y fantasmas que participan cotidianamente en el quehacer de cada shabono, sin que exista una separación entre el mundo real y el espiritual.

Venezuela vio aumentar su territorio al ser rectificadas sus fronteras al sureste de nuestro territorio y su riqueza minera al ser descubiertos grandes yacimientos de bauxita, esta tierra colorada que se transforma en brillante aluminio. Salimos gananciosos de esta aventura, acontecimiento histórico y científico que constituyó una hazaña del siglo XX.
Julieta Salas de Carbonell
Escritora



Agradecemos a Carlos Medina y a Ismael Mundaray por el envío de esta información

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